Nicaragua ha sido un país favorecido por la providencia, tanto por
sus bellezas naturales como por la rica diversidad de su flora y fauna
tropicales.
Este hecho, reconocido por los primeros exploradores y estudiosos del
país, sigue manifestándose en sus diversos paisajes, desde las
cálidas llanuras que rodean sus esplendentes lagos hasta las
nimbadas montañas del interior del país y tiene sus mejores
expresiones en las selvas exuberantes de nuestra Costa Atlántica.
Nuestros indígenas conocían las virtudes alimenticias,
medicinales y cosméticas de las plantas nativas, además de
cultivar muchas otras que como el algodón, el maíz, la
vainilla, el ayote, el tabaco, la yerba buena, el achiote, el aguacate,
son hoy especies extensamente cultivadas e industrializadas en muchas
regiones del mundo.
Hoy en día nuestros campesinos siguen utilizando muchas plantas
en su farmacopea rural. Nosotros también aprendimos de nuestros
padres y abuelos a conocer y experimentar las virtudes curativas del
yantén, el orosuz, el caraño, el bítamo, la salvia y la
albahaca, entre muchas otras plantas.
Hoy Nicaragua cuenta, y mi gobierno promueve, más de 90
áreas naturales protegidas con el fin de conservar y proteger la
flora autóctona del país, en lugares de gran belleza
ecológica como el Parque Nacional Volcán Masaya, las Reservas
Naturales de Mombacho y Chocoyero, el Refugio de Vida Silvestre Los
Guatusos, la Reserva Biolágica Indio-Maíz y la Reserva de
Biosfera de Bosawás, para citar unos pocos ejemplos.
De este modo, damos cumplimiento al compromiso mundial de defender
nuestra rica flora y fauna, como parte importante del patrimonio de la
humanidad y de acuerdo con la Convención Internacional de la
Biodiversidad. Lo hacemos con la convicción y responsabilidad que
Nicaragua, a pesar de cubrir menos de una centésima parte del
territorio continental de este planeta, es dueña y poseedora de
casi el 8% de todas las especies de flora de la Tierra.
Hace 90 años el sabio profesor Miguel Ramírez Goyena
publicó su obra pionera LA FLORA NICARAGÜENSE, donde
describió en términos botánicos unas 400 especies de las
plantas más representativas de la región de Managua, sus
Sierras y la Meseta de Los Pueblos, acompañada por un anexo sobre
las principales plantas medicinales con que nuestros antepasados
solían curar diversas afecciones.
Fue la investigación de Goyena una obra de consulta por muchos
años para la materia de Botánica Médica que se
impartía formalmente en las facultades de Medicina y Farmacia tanto
en León como en Granada. Esta guía práctica fue
también usada por nuestro primer cirujano, el sabio leonés Dr.
Luis Debayle, quien no obstante sus estudios médicos en La Sorbona
de París, nunca abandonó en la práctica médica
el uso de las plantas nativas para la curación de sus enfermos.
En 1976 el Banco Central de Nicaragua, bajo la dirección del
Dr. Roberto Incer Barquero, haciendo eco a una solicitud del
científico Dr. Peter Raven, Director del afamado Jardín
Botánico de Missouri, aportó los primeros fondos para realizar
el estudio sistemático de la flora de Nicaragua, mientras la
Universidad Centroamericana, bajo la rectoría del Padre Arturo
Dibar, proveía los espacios para alojar lo que es hoy el
Herbario Nacional.
Hoy me place recibir estos tres voluminosos tomos con los resultados
de aquellas investigaciones, iniciadas hace un cuarto de siglo por el
Dr. Warren Douglas Stevens, distinguido científico del Jardín
Botánico de Missouri, quien durante diez años recorrió
todo el territorio nicaragüense realizando la más completa
colección de especies que se haya emprendido en Nicaragua.
Me consta, y por eso valoro más su esfuerzo y dedicación,
que lo hizo bajo duras condiciones, arriesgando incluso su propia vida
en medio de las confrontaciones militares que en las recién pasadas
décadas plagaron nuestro territorio en los más remotos rincones
del país, que él mismo tuvo que recorrer y afrontar.
Supe también que entre tantas flores que el Dr. Stevens
reconoció y colectó en Nicaragua, encontró a la flor que
más perfumó su vida: la licenciada Olga Martha Montiel, recogida
de los campos chontaleños, hoy su compañera y colaboradora.
Olga Martha tuvo a su cargo la edición de las 2,600 páginas
de esta obra monumental, fundamental e importante para Nicaragua como lo
es la nueva FLORA DE NICARAGUA, que hoy el Jardín Botánico de
Missouri pone en mis manos para hacer su entrega al pueblo
nicaragüense.
Como Presidente de la República agradezco la investigación
y presentación de este importante compendio botánico, revisado
y escrito por más de cien especialistas de la mundialmente
reconocida institución científica, como es el Jardín
Botánico de Missouri, que con esta obra viene a contribuir
notablemente al conocimiento de nuestros recursos naturales.
Esta nueva FLORA DE NICARAGUA nos describe los caracteres
científicos de nuestras plantas correctamente identificadas;
también abre nuevas perspectivas para su utilización racional
en beneficio de la ciencia, la tecnología y la industria nacional,
pero de manera especial incrementa el conocimiento de estudiantes y
profesores para que sepan aprovechar las bondades con que la naturaleza
ha premiado a nuestro país, para conocer mejor Nicaragua y amarla
para siempre.