Hoy, 21 de septiembre, día de San Mateo, hace 499 años
exactamente, Cristóbal Colón descubrió un gran río
frente a nuestra costa atlántica, al cual bautizó con el
nombre del santo y que corresponde al denominado río Punta Gorda
en la actualidad.
Por primera vez ojos europeos observaron en el continente americano
la esplendente selva pluviosa tropical que se extendía tierra
adentro. El cronista Pedro Mártir de Anglería, en sus
Décadas del Nuevo Orbe, se refiere textualmente a este
descubrimiento de la manera siguiente: “El Almirante halló
varios montes, variedad de valles, ríos y puertos; el ambiente de
todo era suave y encantaba la naturaleza“.
Hace 25 años, con el apoyo del Banco Central, del Instituto
Geográfico Nacional y de la empresa de Inversiones Nicaragüenses
de Desarrollo (INDESA), fuimos tras la ruta de Colón. Formaban parte
de esa expedición el embajador norteamericano James Theberge, el
licenciado Jaime Morales Carazo, director de INDESA y el acucioso
fotógrafo naturalista Franco Peñalba. Navegamos la costa desde
Bluefields hasta San Juan de Norte y comprobamos en aquel entonces que la
gran selva pluviosa continuaba tan virgen e intacta como el célebre
navegante la descubrió hace cinco siglos.
Poco tiempo después repasamos la misma ruta; esta vez en
compañía del Dr. Warren Douglas Stevens, científico del
Missouri Botanical Garden aquí presente, quien confirmó la
gran riqueza vegetal de ese remoto territorio que se extendía
inexplorado hasta las márgenes del río San Juan.
A dos décadas de aquella expedición de reconocimiento
botánico, esta magnífica selva constituye hoy la Reserva
Biológica Indio-Maíz, una de las selvas tropicales más
ricas en biodiversidad en el continente, y tan abundante en especies
botánicas que suman más de las que se puedan contar en toda
la Europa juntas.
Posteriormente el Dr. Stevens participó en otra expedición
al selvático río Waspuk y comprobó el gran potencial
biológico de la selva pluviosa que lo circunda. Dicho sea de paso,
que esta expedición marcó el inicio del proyecto BOSAWAS,
territorio al que entonces reconocimos y posteriormente, como Ministro
de MARENA, me correspondió impulsar y promover en el ámbito
internacional. Hace cuatro años fue decretado como una Reserva de
Biosfera Mundial.
He mencionado estas dos expediciones como ejemplos de varias
iniciativas que el Banco Central de Nicaragua apoyó para reconocer
y conservar el patrimonio natural de Nicaragua, al igual que lo hiciera
con otras investigaciones de carácter geográfico, histórico
y arqueológico, en bien de la ciencia y la cultura nacionales.
En aquel entonces con el apoyo del Banco se descubrieron nuevas huellas
en Acahualinca, se excavaron restos paleontológicos en Pueblo Nuevo;
se elaboró el primer mapa en relieve del país y obtvieron las
primeras imágenes de radar de la entera superficie de nuestro
territorio, entre otras realizaciones y exploraciones en Nicaragua.
El Banco Central también se distinguió por su apoyo para la
conservación del patrimonio cultural en León, Granada, Masaya
y los Pueblos Blancos. Curiosamente, tiene en su haber el desarrollo
del primer Parque Nacional, que hizo de esta institución el único
caso en el mundo donde un banco central contara entre sus activos, y valga
la redundancia, al volcán más activo del continente americano,
como lo es en efecto el Volcán Masaya.
Esta Biblioteca lleva el nombre del Dr. Roberto Incer, presidente del
Banco Central en la década del 70, entusiasta impulsor y mecenas de
las iniciativas de aquella época, alberga esos primeros estudios,
así como varias publicaciones que confirmaron su importancia y
justificaron su patrocinio.
Las investigaciones continúan hoy, gracias a la gestión de
gobierno del Sr. Presidente de la República Dr. Arnoldo Alemán,
emprendidas por varias agencias estatales como el actual Ministerio del
Ambiente y los Recursos Naturales, y los Institutos de Cultura, de Turismo
y de Estudios Territoriales, que han venido a confirmar con sus estudios
especializados el inagotable potencial que Nicaragua ofrece en el campo de
la investigación científica y cultural.
Hoy se disfruta en la Biblioteca del Banco Central, bajo el continuado
apoyo de su actual Presidente, el Dr. Noel Ramírez, de toda una capacidad
tecnológica.
Esta Biblioteca, además de contribuir al conocimiento de nuestras
raíces culturales, mantiene al día importante información
sobre el continuado progreso de nuestra economía, y los valiosos
esfuerzos que se han concertado en este último lustro de acertada
gestión gubernamental a favor de la reconstrucción y desarrollo
de Nicaragua.
En los aspectos científicos y académicos el Banco Central
formó a muchos profesionales nacionales y apoyó a diversos
investigadores extranjeros en el campo de la forestería, la
pesquería, el estudio de los lagos, de los volcanes y los
descubrimientos sobre la flora y la fauna de Nicaragua.
En este sentido el Banco apoyó a la Universidad Nacional en el
desarrollo de laboratorios de Ciencias Básicas y a la Universidad
Centroamericana en el establecimiento de los Estudios Generales, la
creación de la primera Escuela de Ecología y Recursos Naturales
y la fundación del Herbario Nacional.
Fue en ese contexto y con tal visión de futuro que el Banco
Central acogió la solicitud del mundialmente prestigioso centro
científico, el Missouri Botanical Garden, para dar inicio hace 25
años a la investigación sistemática de la Flora de
Nicaragua.
Valga aquí historiar que el primer reconocimiento botánico
en nuestro país estuvo a cargo de José Mariano Mociño,
médico herbolario de Oaxaca, quien en 1799 recorrió León,
Managua, Granada y Rivas, enviado por la Real Expedición
Científica en la Nueva España, auspiciada por el monarca
Carlos III, y cuyas colecciones se perdieron lamentablemente durante
las guerras napoleónicas.
Ciento diez años después, el profesor nicaragüense
Miguel Ramírez Goyena, siguiendo los pasos de Mociño,
completó en dos tomos la obra pionera sobre la flora nicaragüense,
con especímenes que logró colectar en los alrededores de Managua,
Las Sierras y la Meseta de Los Pueblos.
La obra de Ramírez Goyena ha sido continuada con la labor solitaria
y paciente de Juan Bautista Salas quien por más de cincuenta años
ha investigado la flora del país, dejándonos como su mejor herencia
el Arboretum Nacional y entre sus extensas investigaciones el primer libro
ilustrado sobre los árboles de Nicaragua.
A partir de 1976 se inició el estudio sistemático y completo
de la Flora de Nicaragua. El Dr. Warren Douglas Stevens fue enviado a
nuestro país por el Missouri Botanical Garden para emprender la
incansable labor de colectar, montar y clasificar el mayor número de
especies posibles, que le tomara diez años recorriendo los diversos
rumbos del país.
Correspondió a 175 taxónomos de todo el mundo, especialistas
en las diversas familias botánicas, revisar, identificar y describir
las 6,000 especies colectadas por el Dr. Stevens, las cuales se describen
en este gran compendio, especie de tesauro botánico sobre la Flora de
Nicaragua, que el propio investigador entrega en este acto al gobierno y
pueblo de Nicaragua.
El trabajo de colección, de minuciosa identificación y
descripción de miles de especies de la Flora de Nicaragua consumió
casi un cuarto de siglo y representa a la fecha el mayor y más serio
esfuerzo investigativo que se haya realizado en nuestro país sobre
un patrimonio científico que antes era sólo conocido y utilizado
en forma empírica por sukias, curanderos y boticarios.
No quisiera terminar esta presentación sin antes mencionar algo
muy significativo en la experiencia del Dr. Stevens durante sus años
de investigación en nuestro país. Entre las muchas plantas que
recogió en Nicaragua descubrió en Chontales la flor que más
perfumaría su vida: la licenciada Olga Martha Montiel, su compañera
y discípula, co-editora de esta magna obra.
Estoy seguro que fue Olga Martha quien convenció al Missouri Botanical
Garden para que la flora de Nicaragua se publicara enteramente en español.
En realidad, de todas los floras americanas publicadas por esta prestigiosa
institución de renombre internacional, la que corresponde a Nicaragua es
la más moderna y ventajosamente la única escrita en lenguaje
español, para beneficio de las universidades, los profesores y los futuros
científicos del país.
Gracias Olga Martha, Gracias Dr. Stevens, para quienes pido un aplauso de
reconocimiento por su constante, notable, paciente y meritoria labor.