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Paleoclimas
Por David A. Neill
Durante los últimos 30 años, la investigación científica se ha concentrado en el estudio de las fluctuaciones climáticas durante el pleistoceno y sus efectos en la distribución de las plantas. El gran debate entre los científicos es el saber si las tierras bajas de la Amazonía fueron significativamente más secas durante la extensión glaciar máxima del pleistoceno (Ab'Sáber, 1982) o más frías (Colinvaux, 1987; Bush et al., 1990; Colinvaux et al., 1997) o ambas (Piperno & Pearsall, 1998) y si en verdad el bosque amazónico se redujo a pocos refugios pleistocénicos (Prance, 1982) que tuvieron efectos posteriores en la diversidad que vemos hoy en día y en los patrones de endemismo de las plantas y animales de las tierras bajas neotropicales.
En los altos Andes, las temperaturas durante la extensión glaciar máxima del pleistoceno (hace 18.000–13.000 años) fueron 6–7°C más bajas que hoy día y, los límites inferiores de los glaciares en los Andes del norte fueron de 3100–3800 m (van der Hammen, 1974, 1982). En la actualidad, los límites inferiores de los glaciares en los volcanes ecuatorianos son de 4700–5100 m (Jørgensen & Ulloa Ulloa, 1994). El límite superior del bosque andino durante la extensión glaciar máxima del pleistoceno llegó a 2000 m, es decir, 1500 m más abajo que el actual límite superior del bosque que es a 3500 m (van der Hammen, 1982). Por lo tanto, la mayor parte de las áreas de los altos Andes que hoy en día están cubiertas con páramo, estuvieron debajo de los hielos glaciares durante el apogeo del pleistoceno y la vegetación de páramo entonces cubría un área más grande que la existente en la actualidad, en los flancos y en los valles interandinos sobre los 2000 m. Las temperaturas regionales y mundiales fluctuaron de arriba a abajo varias veces durante los 2,5 millones de años de la historia del pleistoceno, así como también lo hicieron los cinturones altitudinales de hielo glaciar, páramo y bosques montanos de los Andes del norte (Hooghiemstra & Cleef, 1995).
Ciertamente hubo cambios climáticos en las tierras bajas neotropicales durante el pleistoceno, pero la naturaleza y la magnitud de los cambios y su efecto sobre los patrones de vegetación, todavía se debaten. La teoría original de los refugios pleistocénicos (Haffer, 1969) —que postuló que la mayor parte de la cuenca amazónica fue tan seca durante los períodos glaciares del pleistoceno que el bosque amazónico fue reemplazado por sabana, con excepción de algunos refugios más húmedos donde el bosque permaneció— fue popular durante la época de los 60 y a principios de los 80 (Prance, 1982), pero en la actualidad se ha desacreditado debido a que hay muchas más evidencias paleoecológicas disponibles para las tierras bajas neotropicales (resumido en Piperno & Pearsall, 1998). El clima pleistocénico fue probablemente 5–7°C más frío y también un poco más seco en las tierras bajas de la Amazonía que hoy en día, con quizás un 25–40% menos de lluvia que en la actualidad. La Amazonía central y occidental, incluyendo la parte ecuatoriana de la cuenca, permaneció con bosques durante todo el pleistoceno, pero la composición florística era diferente, con taxones que en la actualidad está restringidos a los bosques montanos de los Andes sobre 1200 m, como por ejemplo los géneros Podocarpus y Hedyosmum (Colinvaux et al., 1997; Athens, 1997). Los bosques de las tierras bajas de la Amazonía tenían evidentemente una mezcla diferente de especies durante el pleistoceno comparada con la que existe en la actualidad, con especies montanas creciendo junto a algunos taxones de las tierras bajas que forman los bosques amazónicos modernos.
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